viernes, 9 de noviembre de 2007

Otra de aquellas noches, otro de aquellos días

Abril 2005

I.
El amanecer de ayer fue sin lugar a dudas uno de los más lindos que he visto en mucho tiempo.
Parecía uno de esos paisajes de toalla acapulqueña o de cobija calentita pero asquerosamente cursi. También pudo ser uno de esos papeles tapiz tipo mural de los setentas que se llegaban a ver en algún consultorio o hasta en la casa de algún desubicado.

Pero ayer no quería ver el amanecer.

La ida a cenar estuvo riquísima y bien valió la pena pagar el precio por llegar a la 1am. Pero Iván lleva 3 semanas despertándome un promedio de tres veces por noche y ésta no fue la excepción. Ni bien llegué de mi pachanga, caí rendida en la cama, pero sólo para ser arrancada de ella por sus berridos a la 1:30.

Bueno, qué se le hace, gajes del oficio.

Sólo esperaba que eso de que todo se pasa a la leche no sea tan cierto porque anoche me dí licencia maternal y los vinitos y los cigarritos fueron canilla libre.

Me senté formalmente en la sala para amamantarlo (no vaya a ser que si me lo llevo a la cama luego sea él quien venga cuando pueda hacerlo y le cave la tumba a Afrodita) y lo dejé en su cunita luego de tapar bien a mis resfriadas hijas.

Recuperé mi almohada y mi lugar usurpado por Tom y me dormí por fin. ¿dije por fín? ¡NO! A las 4:00 volvió a llorar y bajé para calmarlo, pero sin darle de comer (¡tampoco la pavada, no soy restaurante con horario nocturno cada dos horas!). Cuando volví a la cama, el concierto de ronquidos y narices tapadas que provenía del cuarto de mis hijas y que tenía a 20 cm de mi oreja gracias al monitor de sonido sobre mi mesita de luz, ya no me dejó dormir... y menos mal, porque a las 5:00 se despertó de vuelta y luego a las 6:00, hora en la que de plano le di de comer de vuelta formalmente sentada en la sala.

A las 6:30 am me arrastré por quinta vez a la cama para aprovechar la última media horita. Antes de cerrar los ojos eché un vistazo a la ventana. A pesar del espectáculo celestial, sólo salieron silenciosos sapos y culebras de mis labios.

Así fue cómo ayer vi el cursi amanecer.


II.
Al poquito rato, siento unos pasitos de ratón. ¿De quién serán? Esos piecesitos llevan pantuflas así que sin lugar a dudas es Tamara. Mejor no abro los ojos. Siento una carita observándome y luego un besito calientito. No la resisto, huele rico, tengo que abrazarla. Le abro la cama y se desliza adentro, con su espalda pegadita a mi pecho. Pero amaneció con las pilas puestas y cargadas así que comienza a serpentinear y me enfrenta con la realidad: Tengo que levantarme, poner la mesa del desayuno y vestiras. Pero antes escucho otro ratoncito. Éste no suena a pantuflas y además tose y moquea.

-¡Pantuflas! ¡Póngase pantuflas!

Llega sin pantuflas y se sube a la cama de buen humor. Lleva 4 días sin ir a la escuela. Hoy es viernes y tiene merienda compartida, podría ir... ¡que vaya pues! Ayer pasó mucho mejor y se ve bien de ánimos.

La corrida de la mañana: Tom a la ducha, yo a vestir a las niñas y preparar el desayuno… ¡No! Ana se quedó a dormir ayer, ella me pone la mesa, WOW!. Sofía quiere dos colitas, Tamara me reclama que por tercera vez se me olvidó pegarle el botón a su túnica del uniforme, Tom le da de comer a los perros, etc, etc.

-¿Dónde está Iván?

-Duerme, mi jijo de maiz duerme... ahora sí duerme mi chamaco cabroncito

Se va Tom con las niñas y la casa queda en silencio. Siento el placer de tomarme los últimos tragos de café… sola. Pero la ansiedad de que tengo los minutos contados antes de que se despierte Iván hacen que me levante de la mesa y revise el rerigerador. Hoy pescado, que lo haga Ana. Yo ahora hago una coliflor con salsa blanca, pan rallado y quesito gratinado mas un arroz.

Termino de cocinar e Iván no se ha despertado.

Subo a las corridas para bañarme, tengo poco tiempo para salir a mis clases de inglés.

Termino y el flojonazo sigue durmiendo a pata tendida... lo tengo que despertar, quedan tan sólo 20 minutos para dejarlo comido... una vocesita oscura susura en mi cabeza: “jijo de tu madre, muchachote mequetrefe... así que ora sí duermes escuincle mocoso”.

Llego a su cuna justo en el momento en que abre los ojos y el condenado jijo de su pinmother, el responsable de mis noches en vela, me desmorona con su inocente sonrisa. Lo tomo en mis brazos y se me prende todo calientito y oloroso como cría de monito a mi cuello. No llora, sonríe y me mira como agradecido. Me siento a amamantarlo y trago tras trago va sacando de mí cualquier resago de reclamo. Se lo doy a Ana. No tengo tiempo de cambiarlo. Un beso y salgo corriendo.


III
Estoy en mis clases de inglés y suena imprudente mi celular. Rápidamente miro la pantalla y no reconozco el teléfono. Estoy a punto de colgar, no es momento de atenderlo. Pero algo me dice que atienda y lo hago.

Es del colegio.

Luego de comerme esas largas introducciones que le dan vueltas y vueltas al asunto para ver de qué buena manera pueden dar una mala noticia, me sueltan la sopa: Sofía se rompió un brazo.

El alma se me va al piso.

Mi niña tiene el brazo roto, la tengo que llevar al hospital, mi niña, mi niña... ¡Me lleva la chingada! ¿Quién me manda vivir en el campo en estos momentos? ¡Tengo que darle de comer a Iván en una hora y no dejé leche!

Llego al colegio y me la encuentro ahi sentadita con su bracito roto. Me ve y su llanto también se quiebra. La abrazo, la consuelo, le beso sus lágrimas y contengo las mías.

Se la llevo a Tom a la oficina. Él no puede evitar dejar correr una lágrima, por eso lo quiero.

Corro por Tamara a la escuela con la intensión de dejarla en casa, recoger a Iván y disparar al hospital. Pero ella fue quien accidentalmente la tiró del columplio y se siente culpable aunque no lo diga. Se enoja y se esconde debajo de la cama. No me puedo ir, no puedo dejarla así.
Como con ella mientras amamanto a Iván... Uchale! Tamara tiene una fiesta de cumpleaños... que pase la mamá de Mateo, a ella no le importa desviarse hasta aca. Una llamadita. Listo, pasa a las 4:00.

¡No¡ ¡Pero yo tengo aire en la cabeza!

-¡Ana, Anita, Ana Bobana, Bimbambom Ana! ¡Pero si hoy es su cumpleaños! ¡Hay Ana! ¿pero cómo se me fue a olvidar? ANA!

“Estas son las mañanitas que cantaba......”

-No se apure Soraya, no se apure

-AYYYY Ana, pero si usted se va a las 2:00 hoy!!!!!

-No se apure, yo me quedo, no se apure

-¡!!NOOOO ana no, es su cumpleaños!!!! Tiene gente en casa esperándola

Otra llamadita al vecino, acepta no de muy buena gana que Ana deje a Tamara en su casa antes de irse... El tiempo corre y mi Sofía en el hospital. Llamo a Tom. Está en rayos. Dice que tienen que acomodarle el hueso antes de enyesar... Significa que la tienen que agarrar y..../&/&%$&%$$())) crak //(&)/&/(67680.

Corro al hospital y la encuentro ya enyesada y de vuelta en rayos para verificar si habían acomodado bien el huesito de mi hijita. Terminamos con el hospital y regresamos a casa a tiempo para no inoportunar a los vecinos y que Ana se vaya a casa tranquila. A Sofía le duele el brazo y tiene comezón. Pasamos la tarde entre cuentos, mimos y lloriqueos.

Llega la bendita noche y todos a dormir... ¿dije todos?

El amanecer de hoy estuvo lindo pero no tan dramático como el de ayer. Éste fue suave y calmo con tonos más rosados.

4 comentarios:

Cecilia dijo...

Soraya que ternura de relato a mi también se me han escapado unas lágrimas

Anónimo dijo...

Viví con una adrenalina impresionante tu relato, Soraia... ¡precioso!... Metele que son pasteles y no te quedes, que la tribu te sigue y te lee... besos... besos

Gianina Casella dijo...

Precioso el relato...Son de esos amaneceres inolvidables, que nos dan nuestros bebes...
Me encanto, pero no me hubiera gustado estar en tus zapatos esos dias, que bueno que puedas escribir con tanta alegria y dulzura.

Anónimo dijo...

Ay, este post me hizo sentir comprendida! ¿Cómo no va a volverse un poco loco uno con todo esto, hijos chiquitos, vida doméstica, imprevistos, y además querer escribir? Me parece que habrá que esperar a que se casen, jaja! Pero en serio, está escrito con tanta vida y tan bien pintado, y cómo esos sentimientos arrobadores de amor también se abren paso entre las ganas de matarlos cuando uno tiene sueño.

Me alegro que escribas todo esto, hay todo un libro por recopilar aquí, uno sobre la madre como guerrera (como lo veían los aztecas: al menos las que morían en el parto se iban a la Casa del Sol, junto a los guerreros caídos en combate). Ahora, no te quejes si, luego de leerlo las mujeres jóvenes sin hijos, la especie humana se extingue!!!!

A mí me encantó.
Estás invitada mañana de infiltrada a la reunión de los talleres presenciales, con vinito y cositas de comer: fin de año! Ya sabes.
Cariñotes
Gabriela