miércoles, 7 de noviembre de 2007

Del alhajero

Yo tengo un collar, de esos que calificas como “poco ponibles”. Es de cuentas todas diferentes: unas grandes, otras chicas, unas lindas, otras no tanto. Unas son redondas como canicas, otras ovaladas o de forma de corazón. Las hay lisas de un solo color y otras que vale la pena detenerse a mirar cómo los colores se entrelazan cual olas entre sí. Dentro del caos que parece mi collar, hay simetría: si tomas el nudo del hilo en que se sostienen como punto de partida, se forman pares iguales de un lado y de otro hasta llegar a la cuenta más grande de todas: la blanca y con rallitas cafés que parece olla con dos bocas.
Mi collar es colorinche, hindú y por ende exótico. Salió de la caja de tesoros de mi hermana una mañana en casa de mi mamá en México. Estaba entre muchos otros que ella fue recogiendo en su largo viaje por la India. Ella miró a su ahijada en mis brazos, revolvió su caja hasta que encontó el que buscaba y me lo colgó afirmando que a Sofía también le gustaría. El acto no tuvo mucho de especial, le di las gracias y quedé contenta de tener un “recuerdito” de Lorena para cuando regresara a Uruguay. Bromeamos diciendo que era el collar ideal para una mamá, que había que colgarse cosas divertidas y llamativas en esta etapa en lugar de cositas delicadas o de plano caer en la total abstención de decoración... a Sofía efectivamente le gustó: se lo llegué a prestar un par de veces para que se entretuviera y de paso se rascara las encías que tanta lata le estaban dando.
Sofía es ahora una “bebé grande”: tiene un añote y dos meses, ocho dientes y mucha experiencia en la disciplina de la caminata. Ya no usa mamila, puede comer con tenedor sus trocitos de plátano y defenderse de su hermana celosa. Resultó naturalmente femenina, muy afecta a las muñecas y tremendamente coqueta. Es habitual en ella colgarse una bolsita del brazo, ponerse su sombrero, exigir que le ponga sus zapatos y mi poco ponible, colorinche y exótico collar hindú. Una vez completa la vestimenta se pasea cual pavorreal por toda la casa y se contempla en el espejo con sonrisa satisfactoria mientras yo babeo a chorro tendido.
Sofía se pone MI collar porque de otra manera no tendría chiste. Lo guardo arriba, allí donde no alcanza y no con sus juquetes. Al “collar de mamá” ya le faltan un par de cuentas por tanto estrellarse contra el piso, ha resultado un buen complemento para las fachas de entre casa y a decir verdad todavía no conoce la calle. ..... me recuerda a las perlas que mi abuela (perdón, Mamá Oha) se ponía incondicionalmente cuando estaba encremada, con tubos y en pijama de satín rosa para sentirse siempre elegante. Aunque no debe saberlo, cada vez que Sofía se pone mi collar, lo hace más suyo y lo carga de significados: cuando yo me lo pongo, siento como si fuera una medalla que debo llevar con honor y altura porque me recuerda que soy el “ángel guardián” de dos personitas maravillosas...mi collar no me hace sentir más elegante pero sí más MAMÁ.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

esto es una prueb

Cecilia dijo...

Aparte de ser bellisima, estupenda madre, cocinar como los dioses, anfitriona de genetica eres una maravillosa escritora ¿como lo haces soraya como lo haces?
Estamos todos de acuerdo en clonarte!!
Felicitaciones por tu blog y me encantó el relato

RosaMaría dijo...

Pues sí que me gustaría ponerme ese collar que debe tener cierto magnetismo positivo, como el que emana por donde pones tus letras siempre conjugadas con alegría.
Èxito con el blog

Gianina Casella dijo...

Lindisimo!! Me has dejado una sonrisa llena de ternura. Muy bonito realmente. Besos

Anónimo dijo...

Me encantó. Y es texto añejo, a juzgar por las edades de los chilpayates y la ausencia de Don Iván en el planteo!

Qué bueno que empezaste. Por acá te visitaremos, pero mantenlo nutrido, como si se tratara de una de esas "fiestas de Soraya" donde no falta nada... y menos la variedad!

Felicitaciones, y a Tom, el espónsor (¿o el esposo?)
Gabriela