Salió del cuarto de visitas vestido de traje y corbata.
-Ay papito, te vas a asar!
-De ninguna manera, estoy acostumbrado y el primer día quiero causar
una buena impresión-, me contestó sonriente y ansioso por salir de casa.
-Oye papá, pero tu corbata está chorreadísima, está muy sucia.
-Bueno, qué importa. Ahí en
México tengo otras cuatro que ya llevaré a la tintorería, vámonos.
Sin más remedio le hice caso a su prisa y nos fuimos a la parada. Yo
estaba feliz de tener por fin a mi papá de visita en Uruguay, de que él y la
ciudad de Montevideo se conocieran. Algo del Río de la Plata había habitado en
su alma desde siempre porque cuando le daba por cantar le brotaban tangos y
milongas a la par de boleros y rancheras. Vestirse bien, ponerse guapo era lo
natural en él porque su deseo profundo era enamorar los rincones y bares de esa
ciudad.
Mientras caminábamos hacia la parada, papá me dijo acomodándose el nudo
de la corbata:
-Fíjate, compré unos calcetines para el viaje y salieron defectuosos.
Uno es más chico. Cuando me los probé sólo me probé uno y no me di cuenta, pero
uno es más chico.
Ahí quedó el comentario hasta que llegamos a la parada y al sentarse se
puso en evidencia que efectivamente el calcetín derecho era notoriamente más
corto, dejándole visible buena parte de la pierna. Papá me mostró:
-Mira qué chistoso, ¿ves? Este es más chico, ¡salió defectuoso!
Comencé a tocar el calcetín para descubrir dónde estaba la falla. Lo
habrían tejido doble porque no tenía el remate del borde. Seguí avanzando con mis dedos por adentro del
calcetín y luego por debajo de su pié... hasta que lo encontré.
-¡Pero Papá! Mira, aquí está el borde de tu calcetín, ¡te lo pusiste
doblado en dos!
Mientras se lo subía entre risas,
le hice notar una segunda falla:
-¡Mira papá! ¡Otra falla! ¡Tiene un huevo por el empeine!
-¡Válgame, pero qué cosa!-, dijo sorprendido mientras acomodaba el talón en su debido lugar, -¡ya no se fabrica como antes!
No hay comentarios:
Publicar un comentario